Ocho meses después de ti

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Hace ocho meses que vino al mundo Lucas y me convirtió en mamá. Yo nunca fui de las que se daban la vuelta para ver a los bebés en el carrito.

Ni de las que pedía si podía coger en brazos a los recién nacidos de amigas. Los niños no me interesaban demasiado y, aunque estaba muy contenta de estar embarazada, también lo estaba de pensar que en cinco meses estaría de vuelta en mi mesa dándole a la tecla. No sabía lo que se me venía encima. La primera vez que me pusieron al pequeño Lu en mis brazos todo cambió y ni siquiera podía imaginar hasta qué punto.

Dicen que cuando das a luz el corazón se te sale del pecho y pasa a latir en esta otra personita a la que das la vida. Puede que no sea literal, pero es exactamente cómo se siente. Desde que él está aquí la vida no puede ser más emocionante. Reconozco que no ha sido fácil. Contaba con las noches sin dormir, con no tener tiempo para mí y con el trabajo que supondría un recién nacido… Nuevamente, no sabía lo que se me venía encima y aun así, no lo cambiaría por nada.  

Después de los problemas con la lactancia, de las mastitis, los cólicos, las intolerancias y unos cuantos dientes, puedo confirmar que las dieciséis semanas de la baja de maternidad no son un regalo: son una necesidad. En otros países las mujeres pueden disfrutar de hasta un año de baja, mientras que en otros enclaves les ofrecen extender este lapso de tiempo hasta dos años, cobrando un ochenta por ciento del sueldo. En España estamos a años luz de estas cifras. Las empresas no tienen respaldo alguno y se llevan la peor parte de la culpa a la hora de las quejas. El único dirigente que ha mostrado un mínimo interés en el tema ha sido Albert Rivera, de Ciudadanos, y solamente durante la campaña electoral. Ahora, las palabras se las llevó el viento.

Cuando dejas a tu bebé en la guardería con cuatro meses dejas atrás muchas más cosas que los paseos, las risas y los días dedicados únicamente a ser mamá. Hay que olvidarse de tantas cosas que hasta duele pensarlo. Nadie conoce tan bien a su bebé como su mamá y aun así, nunca lo hacemos suficientemente bien. A día de hoy son incontables las horas que he pasado simplemente mirando a Lucas. Observando cómo respira. Cómo se despierta. Cómo sueña… no todo el mundo entiende que todas esas horas son casi necesarias para el corazón. Ahora mismo me sé cada centímetro de su piel de memoria y tengo muy claro que nunca había invertido tan bien todas ese tiempo.

Un estudio reciente demuestra que las mujeres tardan hasta un año en recuperarse después de dar a luz. Y es que después de las secuelas físicas están las que nadie cuenta, las emocionales. Hay investigaciones que demuestran que las nuevas madres pasan algo similar a un luto. Tienen que pasar por la muerte de su persona tal y como la conocían para dar paso a su nuevo yo, como madres. Y decirse adiós a sí mismo es duro y duele. Luego existe la culpabilidad que nace por razones que antes ni siquiera podríamos haber imaginado, la tristeza por echarle de menos cuando intentas volver a tu día a día, la dificultad de recuperar tu propia autonomía o simplemente la incapacidad para volver a ser tú. Las que volvemos al trabajo sufrimos por no poder estar cien por cien en la oficina. A la vez que sufrimos por perdernos todos esos momentos con el bebé. Sufrimos porque ya no existen las cenas románticas. Sufrimos por ni echarlas de menos y a la vez no podemos estar más felices.

La angustia de dejar atrás a los retoños hace que muchas madres abandonen sus trabajos. Reducir la jornada y el sueldo son el destino de otras tantas pero ¿y si no quiero renunciar a mi trabajo ni a mi bebé? ¿Quién ampara a esas mujeres que no quieren perderse los primeros años de vida de sus hijos ni tampoco tirar por la borda todo el tiempo dedicado a su carrera? Nadie. Una vez leí una frase que decía “Para cambiar el mundo ten hijos y edúcalos bien”. Y es que ellos son nuestra mejor carta de presentación, nuestro proyecto más importante y nuestro mejor futuro.

Yo tuve la suerte de disfrutar ocho meses enteros de mi maternidad sumando las semanas de baja, las de lactancia y varios meses de excedencia. Me he incorporado a mi vocación y equipo trabajando menos horas, la mitad de estas desde casa e incluso días completos, porque tengo la suerte de formar parte de una empresa dirigida por mujeres y que considera que nosotras somos el mejor capital humano.  Puedo decir que estoy conforme pero no satisfecha. Porque celebrar la llegada de una nueva vida merece mucho más que cuatro meses o dieciséis semanas. Porque es un mundo muy grande para una personita tan pequeña, y porque nos merecemos disfrutar al lado de nuestros hijos.

La única razón que me ha impulsado a volver a trabajar es que no hay nada más importante que disfrutar de la llegada de un nuevo ser y ahora le toca a una de mis compañeras, a la que le deseo toda la felicidad que he pasado yo y mucha más. Espero que tarde mucho en volver, que pasee mucho, que se acuerde poco de la oficina, que no duerma casi nada y que no lo eche de menos, que se ría y que llore tanto como yo porque están a punto de comenzar los meses más emocionantes de su vida. ¡Mucha suerte Silvia!

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