Estos días visitará Ibiza James Rhodes, el pianista inglés que está revolucionando Twitter con su enamoramiento de España. Un romance que vaticino se hará eterno, como el de los amantes de Teruel, tras conocer nuestro paraíso patrio. Rhodes nos recuerda cada día la magia de nuestra música, de nuestra gastronomía, elevando a los altares a las croquetas y a la tortilla, el misticismo de nuestras siestas, de nuestros bares cuajados de ruido y el valor de una forma de concebir la vida que nos lleva a disfrutarla en las calles al amparo de buenos vinos y mejores amigos.
Son muchas las figuras conocidas que escogen nuestras islas para disfrutar de sus vacaciones y es muy fácil verlos pasear por nuestras playas, restaurantes o zonas de ocio. En ocasiones crees que la vista te está jugando una mala pasada al identificar a Leonardo DiCaprio, a Will Smith, a Kate Moss o a Lionel Messi comiendo a tu lado, hasta que te das cuenta de que, a pesar de su fama, son personas normales, como todo el mundo, y finges no haberlos reconocido para que continúen entornando los ojos ante nuestros maravillosos arroces.
Si les soy sincera, a mí a quien me encantaría encontrarme no es a ninguna de estas grandes figuras sino a James, a “La Vecina Rubia” o a Pérez Reverte, amigos del pan nuestro de cada día en Twitter y personas con las que arreglar el mundo sería una delicia. Particularmente a Rhodes le daría las gracias por haber hecho algo que muchos necesitábamos: reconciliarnos con nuestras virtudes. Algunas veces precisamos que alguien de fuera nos recuerde lo grandes, lo especiales y lo únicos que somos y este artista, con sus tweets cuajados de positivismo, de esperanza y de sorpresa, está rescatando a los niños que muchos llevamos dentro para recordarnos lo afortunados que somos en una época de lamentos.
No es fruto de la ignorancia ni de la ingenuidad. Los grandes optimistas son pesimistas que han salido del túnel, personas que han sufrido, que han visto el dolor y mirado a la muerte a los ojos y que hoy celebran cada pequeña victoria como si fuese épica. En su libro “Instrumental” relata los abusos sexuales que sufrió de pequeño, a manos de su profesor de educación física, desgranando cómo estos le provocaron un desorden alimenticio, daños en su columna vertebral y depresiones con las que tuvo que convivir toda la vida. Se agarró a las teclas de un piano, aferrándose a la magia de Bach, y se refugió en la música, publicando distintos álbumes, libros y participando en programas de televisión, hasta que un viaje a España le descubrió que había paz más allá de una partitura y que su destino estaba cosido intrínsecamente a Madrid. Estos días fantaseo con que, tras conocer Ibiza, descubra que aquí tenemos mejores manjares que en la capital, aderezados con un infinito que no termina, unos atardeceres que te recuerdan cada día la magia del siguiente y una paz que te envuelve y que no se puede describir.
James Rhodes ha tenido una semana compleja porque escribió una preciosa carta en un periódico nacional, dirigida a Pedro Sánchez, implorándole una Ley que protegiese a los niños de los abusos. Él, cuyo cuerpo y alma llevan grabados a fuego el salvajismo atroz de un demonio, quiere librar a otros menores del calvario que sufrió, y para algunas personas, esa gesta lo es menos porque es hombre y es blanco. La demagogia y ese defecto tan español de quitar valor a quien lo merece y minimizar los hechos ajenos, han mostrado a James la cara más cainita de quiénes lo habíamos enamorado; pero, cuando se quiere, se aprecian hasta los defectos, y espero que el resto de gestos que le hemos mostrado prevalezcan sobre la mezquindad que asumimos nos corroe.
Mientras el presidente lo recibía y se comprometía a impulsar medidas que eviten que dos de cada diez niños de nuestro país sufran abusos sexuales, había quiénes le acusaban de querer ganar rédito paseando sus miserias y de ser “un llorón” que ni siquiera es un prodigio al piano. Pamplinas, James, sacúdete la pena y recuerda, simplemente, que en el mundo, lamentablemente, hay personas mezquinas que nunca comprenderán que tu desnudo no es sino un escudo para que otros mantengan sus cuerpos intactos.
James, cuando exhibes tu historia estás logrando que tal vez esos mismos adultos que muchas veces no creen que los abusos puedan ser reales, cojan la mano de quienes los sufren y los salven para siempre de esos animales. En lo que va de año, el número de denuncias de violaciones infantiles se ha incrementado un 11,3 por ciento en comparación con 2017, hasta alcanzar las 1.045, pero estos son datos incompletos, porque solo dos de cada siete menores que alertan a un adulto de estos hechos son creídos. Por eso, porque a mí me da igual qué partido impulse una Ley, quién coja el toro por los cuernos o qué persona se atribuya el mérito, lo importante de esta historia, de esta carta, de este encuentro, de este libro y de estos “tweets” es dar visibilidad a muchos menores que hoy están siendo forzados en una casa cualquiera, en muchos casos por sus padres, familiares o profesores, y quien lo haga, sea hombre o mujer, blanco o negro, inglés o español, podrá decir que mejoró este mundo, más que muchos.
James, disfruta mucho de Ibiza, empápate con nuestros manjares, con nuestras costas, con nuestras costumbres y bébete nuestra libertad que es ya tuya. Bienvenido a casa, amigo, donde te pediremos siempre: “Tócala otra vez, James”.
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